jueves, 7 de diciembre de 2017

El debate Dawkins-Remolina (Parte 1)

Durante tres días el biólogo y activista ateo Richard Dawkins estuvo en una serie de charlas con un sacerdote jesuita en Colombia.

Bogotá, Medellín y Cartagena fueron las ciudades que tuvieron el honor de poder contar con la visita de este "jinete del ateísmo". 

El sacerdote jesuita Gerardo Remolina, ex rector de la Universidad Javeriana sin duda ganaría una medalla a la evasión de las preguntas, al juego con las palabras, y más sorprendente aún, presentó una posición de teología racionalizada en la que llegó a sostener que estaría dispuesto a aceptar, que no solo el nacimiento virginal de Jesús es un mito, sino también su resurrección. La teología descafeinada que habló con Dawkins dista de la que los sacerdotes católicos y demás cristianos predican cada fin de semana en uno de los países más religiosos de Sudamérica.

Este escrito, de Carlos Arturo Serrano se refiere al primer "debate" que hubo entre Dawkins y Remolina en la ciudad de Bogotá.

El Debate Dawkins - Remolina

Publicado inicialmente en "Un país normal"

Este lunes 4 de diciembre el biólogo Richard Dawkins debatió sobre la existencia de Dios con el teólogo jesuita Gerardo Remolina en el salón polideportivo de la Universidad Javeriana. Estas son mis conclusiones sobre las preguntas más productivas del evento.

  • Ambos coinciden en que cualquier argumento sobre Dios debe empezar por especificar cuál de todas las divinidades conocidas por la humanidad va a ser el tema de discusión, pero ambos coinciden también en que, estando en Colombia, lo más práctico es dar por sentado que estamos hablando del Yavé de los católicos.
  • Sin embargo, el padre Remolina incurre en vaguedades problemáticas cuando intenta explicar lo que piensa de Dios. Lo define como el principio omniabarcante que da el ser a todo, lo cual es tan general que podría afirmarse de cualquier cosa. Este es apenas el primer indicio de los malabares verbales que a lo largo del debate seguirá usando Remolina para evitar decir nada concreto.
  • Luego de admitir que en Colombia Dios significa el Yavé católico, Dawkins precisa que la principal razón por la que aquí somos católicos es que nuestros padres fueron católicos. La gran mayoría de la gente que vive dentro de una religión no la escogió; simplemente es la religión que le enseñaron. La difusión del cristianismo por el mundo fue un puro accidente histórico. No hay nada especial en el cristianismo que lo haga más bonito o más creíble que otras religiones.
  • Desde el principio Dawkins rechaza la pretensión de la religión de ser inmune al análisis racional, señalando que la religión hace afirmaciones que pueden ser sometidas a prueba. Si Dios existe o si Adán pecó o si Jesús resucitó no son preguntas retóricas: son preguntas sobre hechos, susceptibles de ser averiguadas, y por lo tanto son terreno legítimo de la ciencia. Un universo que fue creado es distinguible de un universo que no lo fue, y la diferencia se puede investigar para resolver la pregunta.
  • Por desgracia, el dios de los teólogos no es el mismo dios de los feligreses. Entre teólogos ni siquiera es noticia que el Génesis es mito y que las serpientes no hablan. Pero la lectura de la Biblia como el mito que es se queda entre los teólogos, y cuando predican a las masas siguen hablando de esos relatos como si de verdad hubieran sucedido. Dawkins reprende a los teólogos por no educar a sus fieles sobre la actitud justa con que debe entenderse la Biblia.
  • Al padre Remolina se le hace una pregunta totalmente innecesaria por su opinión sobre la edad del universo. Por supuesto que un sacerdote católico va a contestar que el universo tiene miles de millones de años; los que insisten en lo contrario son los protestantes. Sin embargo, Dawkins lamenta que la mayoría de la gente común no esté tan bien enterada de ese tema como los teólogos católicos. Remolina quiere mover la discusión sobre el comienzo del universo hacia cuál fue su causa, y Dawkins contesta que postular un creador personal no es de ningún modo una explicación satisfactoria.
  • Sobre el valor de la Biblia el padre Remolina dice que se trata de un testimonio de experiencias humanas y no un texto científico. Dawkins concuerda en que la Biblia tiene una gran importancia literaria para entender el desarrollo de nuestra civilización, pero no sirve como registro histórico ni como guía moral. Si bien Remolina admite que el Génesis es un mito, defiende su utilidad con una ingeniosa redefinición de los mitos: para el teólogo jesuita, los mitos son estructuras de pensamiento que facilitan abordar preguntas profundas y ayudan a adoptar una actitud de vida, y para esa función los relatos científicos también pueden verse como mitos. Esa afirmación recibe una fuerte oposición de Dawkins, quien señala la abundancia de evidencia que respalda el relato del Big Bang, y además pone de frente la necesidad de cuestionar si la Biblia es preferible a otros mitos.
  • Dawkins se opone a las definiciones creativas que pretenden llamar Dios a la naturaleza o a sus leyes. Le parece que esos juegos de palabras solamente deforman la discusión, y pone como ejemplo a Einstein, que no creía en Dios, pero usó esa palabra tan descuidadamente que facilitó la tarea de quienes se empeñan en citarlo mal. De nuevo: el dios abstracto de la teología sofisticada no es el mismo dios paterno al que le reza la gente normal, y debería ser obligación de los teólogos desengañar al pueblo.
  • Remolina redefine el pecado como una tendencia naturalmente egoísta que siempre hemos tenido; es decir, que no hubo un estado original de inocencia, y que el pecado es naturaleza humana. Dawkins responde que el pecado en general es una pésima idea, y peor todavía es someter a los bebés a un ritual que los afilia a una comunidad que no les pide permiso. Remolina defiende el derecho de los padres a transmitir su cultura a sus hijos, y Dawkins defiende el derecho de todo individuo a ser expuesto a una variedad de ideas sin censura. Para Dawkins no deberían existir colegios católicos (ni protestantes ni de ninguna secta).
  • El tema de los milagros se muestra especialmente difícil para el padre Remolina. Él dice que todo es un milagro, y además que los milagros son símbolos que apuntan a Dios. El momento más decepcionante del debate llega cuando Remolina, que nos fue presentado con una montaña de títulos académicos, compara los milagros de Jesús con la energía mental de los poderes paranormales, que por supuesto Dawkins se apresura a negar rotundamente. Añade Dawkins que, incluso si los milagros son símbolos, eso no resuelve la pregunta que importa, que es si sucedieron o no. A Remolina no parece preocuparle un hipotético hallazgo del cadáver de Jesús para seguir creyendo que resucitó, porque no fue un evento físico ni estuvo limitado por la historia. A Dawkins esa palabrería le parece un típico vicio de los teólogos: reemplazar los hechos por símbolos es una forma hábil de evitar lidiar con los hechos. Los relatos de milagros son afirmaciones de hecho que se pueden someter a prueba, y esconderse detrás de la excusa de que todo son símbolos es engañoso. Dawkins pone como ejemplo las apariciones de la Virgen de Fátima y el milagro del Sol, reportado por miles de testigos. Por simple estadística una alucinación en masa es muchísimo más probable que un cataclismo astronómico. Para Dawkins, si miles de testigos pueden estar simultáneamente equivocados sobre un evento que obviamente no sucedió, las revelaciones privadas reportadas por individuos resultan proporcionalmente menos creíbles.
  • Remolina piensa que la Iglesia Católica ha sido prudente en su lentitud para aceptar las teorías científicas. Dawkins responde que ni siquiera debería ser ocupación de la Iglesia Católica juzgar qué teorías son aceptables, ni tampoco dictarle a la gente qué ideas tiene permiso de pensar.
  • Remolina admite que el cielo y el infierno no son lugares físicos. ¿Cómo lo sabe? Es lo que dicen los papas.
  • Más tarde se le pregunta al padre Remolina su opinión sobre la otra vida, pero como respuesta suelta una sopa de palabras que no dicen nada y no vale la pena reproducir.
  • El padre Remolina le pregunta a Dawkins qué le diría a Dios si se lo encontrara después de morir. Dawkins cita al actor Stephen Fry: si Dios ha permitido el sufrimiento del mundo, no tengo ganas de conocerlo.
  • La última pregunta, dirigida a Dawkins, es sobre la comodidad de creer y el miedo al ateísmo. Dawkins contesta que la comodidad puede ser peligrosa, y no hay por qué tenerle miedo a la realidad.

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